lunes, 19 de agosto de 2013

Tendencias lingüísticas que me aterran

Todos sabemos que la lengua es un ser vivo en continua evolución y, con seguridad, usos que para nosotros hoy son normales parecerían ajenos o extraños cuando empezaron a extenderse. Sin embargo, hay casos y casos. Hay evoluciones que parecen lógicas y otras no lo son tanto. Un ejemplo claro es la dicotomía entre anglicismos necesarios (por ejemplo, todos los que vienen a definir realidades nuevas como email, hacker, router, etc.) y los innecesarios, como cool, hiking, shopping y un largo etcétera.

Hoy quiero hablar de tres tendencias que me preocupan sobremanera. Las dos primeras son usos erróneos, sancionados por la RAE, pero que se están extendiendo como la pólvora (no olvidemos que, en la actualidad, gracias a los medios de comunicación, la velocidad de propagación y la incidencia de estos usos para el oído o los ojos humanos es potencialmente mayor que en los siglos pasados), la última es solamente la pérdida progresiva de un regionalismo que debería estar más que arraigado.

Empecemos por ese asunto que puede dar que hablar páginas y páginas: la especificación del género femenino cada vez que se quiere abarcar con un plural a ambos sexos«Los alumnos y las alumnas», «los niños y las niñas», «los padres y las madres»... No hace falta que explique, creo, que la RAE está totalmente en contra de este uso, porque el género masculino es el elemento no marcado de la oposición masculino-femenino, lo que implica que subsume al otro. Por si acaso (las negritas son mías):

2.1. En los sustantivos que designan seres animados, el masculino gramatical no solo se emplea para referirse a los individuos de sexo masculino, sino también para designar la clase, esto es, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexosEl hombre es el único animal racional; El gato es un buen animal de compañía. Consecuentemente, los nombres apelativos masculinos, cuando se emplean en plural, pueden incluir en su designación a seres de uno y otro sexo: Los hombres prehistóricos se vestían con pieles de animales; En mi barrio hay muchos gatos (de la referencia no quedan excluidas ni las mujeres prehistóricas ni las gatas). Así, con la expresión los alumnos podemos referirnos a un colectivo formado exclusivamente por alumnos varones, pero también a un colectivo mixto, formado por chicos y chicas. A pesar de ello, en los últimos tiempos, por razones de corrección política, que no de corrección lingüística, se está extendiendo la costumbre de hacer explícita en estos casos la alusión a ambos sexos«Decidió luchar ella, y ayudar a sus compañeros y compañeras» (Excélsior [Méx.] 5.9.96). Se olvida que en la lengua está prevista la posibilidad de referirse a colectivos mixtos a través del género gramatical masculino, posibilidad en la que no debe verse intención discriminatoria alguna, sino la aplicación de la ley lingüística de la economía expresiva; así pues, en el ejemplo citado pudo —y debió— decirse, simplemente, ayudar a sus compañeros. Solo cuando la oposición de sexos es un factor relevante en el contexto, es necesaria la presencia explícita de ambos géneros: La proporción de alumnos y alumnas en las aulas se ha ido invirtiendo progresivamente; En las actividades deportivas deberán participar por igual alumnos y alumnas. Por otra parte, el afán por evitar esa supuesta discriminación lingüística, unido al deseo de mitigar la pesadez en la expresión provocada por tales repeticiones, ha suscitado la creación de soluciones artificiosas que contravienen las normas de la gramáticalas y los ciudadanos.

Creo que está muy claro que este uso no tiene ningún sentido. Además, hace que el discurso se vuelva tedioso y, en la gran mayoría de los casos, inconsistente, pues es prácticamente imposible mantener este uso siempre y en todo momento durante la totalidad del discurso. En mi caso, cada vez que me toca leer o escuchar algo así, termino totalmente distraída tratando de cazar todas las equivocaciones del hablante o escritor (o mejor dicho, las únicas veces en que es correcto). 

Por otro lado, no puede dejar de resultarme muy curioso que muchos de los que se empeñan en hablar de esta manera, por supuesta corrección política, sean hombres que creen que las mujeres nos sentimos marginadas si no se hace alusión directa a nuestro sexo (sexo, que no género, que es solo un término gramatical). Se lo agradezco, pero nada más lejos de la realidad, al menos con la mayoría de las mujeres que conozco. En serio, la mayoría estamos deseando que el hablante deje de prestar atención a tonterías como esta para brindársela al discurso en sí y a lo que importa de este.

¿Qué me preocupa? Me preocupa que cada vez el uso está más extendido, que ya no solo está en boca de políticos, sino también de gente de a pie en conversaciones de a pie. Por favor, no. Pero lo que más, más me preocupa (me aterra, casi) es que me están acostumbrando tanto a él que ya prácticamente si escucho «los padres» me pregunto si las madres están incluidas o no. Y no me da la gana de preguntármelo. No y no. 

Por cierto, me niego a hablar del uso de la arroba, que ni siquiera es un símbolo lingüístico. No sé, quizás si alguien se propone marcar tendencia cambiando las oes por ceros, al final todos terminemos como borreguitos haciendo lo mismo.


Vamos con el segundo uso incorrecto que está empezando a quitarme el sueño. En este caso, se trata de la utilización de «el mismo» como pronombre con valor anafórico. De nuevo, la RAE lo explicará mejor:

3. El adjetivo mismo puede sustantivarse, manteniendo los sentidos de identidad y de igualdad o semejanza que le son propios: «Sus ideas reformistas solo cambian de posición, pero son las mismas» (Vitier Sol [Cuba 1975]). A pesar de su extensión en el lenguaje administrativo y periodístico, es innecesario y desaconsejable el empleo de mismo como mero elemento anafórico, esto es, como elemento vacío de sentido cuya única función es recuperar otro elemento del discurso ya mencionado; en estos casos, siempre puede sustituirse mismo por otros elementos más propiamente anafóricos, como los demostrativos, los posesivos o los pronombres personales; así, en «Criticó al término de la asamblea las irregularidades que se habían producido durante el desarrollo de la misma» (País [Esp.] 1.6.85), pudo haberse dicho durante el desarrollo de esta o durante su desarrollo; en «Serían citados en la misma delegación a efecto de ampliar declaraciones y ratificar las mismas» (Excélsior[Méx.] 21.1.97), debería haberse dicho simplemente ratificarlas; en «El que su acción fuera efímera, innecesaria, no resta a la misma su significado» (Abc [Esp.] 29.9.74), hubiera sido mejor no le resta su significado. A menudo, su simple supresión no provoca pérdida alguna de contenido; así, en «Este año llegaremos a un billón en exportaciones, pero el 70 por ciento de las mismas se centra en el mercado europeo» (Razón [Esp.] 18.12.01), pudo decirse, simplemente, el 70 por ciento se centra...
¿Qué es lo que pasa? Que del lenguaje administrativo y periodístico que nombra la RAE y que  es, ciertamente, donde este uso empezó, se está extendiendo a otros muchos registros y ámbitos. Aún no lo escucho, por suerte, en conversaciones de andar por casa, pero sí que se está inmiscuyendo cada vez con más fuerza en el ámbito literario (como mínimo, en la literatura traducida, que es donde noto que me está persiguiendo últimamente). ¿Pero y por qué lo usan? Es feo y, como dice la RAE, en la mayoría de los casos, completa y absolutamente innecesario. ¿No es mucho más sencillo y bonito utilizar un pronombre personal de toda la vida? Claro, es más sencillo, pero parece que no tan chic (lo siento, anglicismo innecesario). Y así vamos, porque la tendencia general es que, por querer hablar fino y elegante, terminamos plagando los discursos de incorrecciones absurdas, molestas y aburridas como esta.


Paso al último ejemplo. Este caso  no es tan grave, porque por suerte su extensión aún se restringe a ciertos ámbitos, pero igualmente me preocupa. Como es sabido, en Canarias, al igual que en América y que en algunas zonas de Andalucía, utilizamos la forma formal de segunda persona del plural, «ustedes», con su respectiva conjugación de tercera persona: «ustedes comen», «vengan aquí», etc. Es parte de la quintaesencia de nuestro pueblo canario. En boca de nuestros mayores jamás oirás un «vosotros», ni tampoco en boca de muchos canarios. 

Sin embargo, hay cierta tendencia, muy actual, a utilizar «vosotros» en algunos casos. A veces, en discursos, porque se piensa que es más formal (una concepción falsa). Hay gente que jamás usaría «vosotros» al hablar, pero que sí lo escribe, por ejemplo, en un email. Otras veces, cuando se cree inconscientemente que el uso de «ustedes» puede resultar confuso. Por ejemplo, un hombre que habla con una mujer y quiere decirle algo como «las mujeres sois demasiado sentimentales». En español peninsular el sentido está muy claro. Sin embargo, en español canario puede parecer que falta algún énfasis, porque si se dice «las mujeres son demasiado sentimentales», podría dar la sensación de que se habla de las mujeres en tercera persona y no en segunda. Pero son cosas que no cuesta nada arreglar. Un simple «ustedes, las mujeres, son demasiado sentimentales» lo dejaría todo claro.

Por supuestísimo, quiero dejar claro que no tengo absolutamente ningún problema con el uso del pronombre «vosotros» en labios de todas aquellas personas a las que este uso les es propio, tanto si viven en la España peninsular como si viven en Canarias. Lo que sí me molesta es que un canario de toda la vida, sin padres peninsulares, sin haber vivido la infancia en la Península, simplemente porque le parece que suena mejor, utilice esta forma que nunca ha sido parte de la llamada «habla canaria». A pesar de vivir en un mundo globalizado, considero que es muy importante conservar también nuestras tradiciones y nuestras particularidades, o terminaremos perdiendo todo lo que caracteriza a cada pueblo para convertirnos en una enorme aldea global donde un chino no se distinga de un peruano ni de un islandés.

Hasta aquí por hoy. Ojalá pueda leer dentro de unos años esta entrada y ver que mis temores no se han cumplido y estas tendencias han caído en desuso, pero cada vez me cuesta más ser optimista.