sábado, 19 de octubre de 2013

¿Cuál es el secreto para redactar bien?


Tengo que reconocer que esta entrada ha cambiado a medida que la escribía y ahora, una vez finalizada, he vuelto al principio porque lo que había escrito no tenía sentido con el resto del texto. Y como estamos hablando de redactar correctamente, hagamos las cosas bien y no atentemos contra la coherencia textual.

Cuando empecé a escribir esta entrada, lo hice con la idea de que la pregunta que le da nombre no tenía una respuesta clara. Sin embargo, tratando de responder (redactando, en fin), me he dado cuenta de que creo que, después de todo, sí la tiene.

Antes que nada, ¿por qué esta entrada? Las semanas que llevo dando clase me han servido para corroborar una teoría: que uno de los mayores problemas de los alumnos (y también de los que ya no son alumnos de nada) es la redacción. ¡Y cómo me gustaría asistir a una mejora en esta destreza durante el curso! ¡Pero qué complicado es ayudar a que esta se produzca!

Se oye mucho hablar, a raíz de informes de Pisa y similares, del déficit en comprensión lectora. En mi opinión, la producción escrita es igual de importante que la comprensión y es, para más inri, una destreza que parece requerir mucho tiempo, trabajo y práctica. Además, creo que el desarrollo de ambas va de la mano. Por desgracia, no es algo fácil enseñar. No se trata de un conocimiento que se adquiere o no. En este caso, el alumno no se enfrenta a unos conceptos teóricos que estudia gracias a su memoria, sino al reto de, simplemente, escribir.

¿Cuál es, en mi opinión, el secreto para mejorar la destreza en redacción, tengamos la edad que tengamos?

Estoy convencida de que aprender a escribir pasa por leer. Y mucho, mucho, mucho. Todo tipo de textos. Igual que es posible cocinar un plato sin haberlo comido antes, es también posible redactar, digamos, un resumen, sin haber leído nunca ninguno. Pero, ¿cómo sabemos que el plato sabe como tiene que saber? ¿Cómo sabemos que el resumen tiene la estructura, el léxico y el contenido que debería tener? No me canso de repetir a mis alumnos la importancia de leer habitualmente. Las diferencias en destreza redactora entre quienes lo hacen y quienes no es abismal. 

Tumbados en el sofá disfrutando de una novela estamos aprendiendo muchísimo más de lo que creemos. Nuestro cerebro está adquiriendo agilidad lectora, lógica, memoria, está asimilando estructuras gramaticales, normas ortográficas, expresiones y usos poco conocidos, reglas de acentuación, etc., y eso sin contar lo que el libro pueda estar aportándonos en cuanto a conocimiento del mundo. ¡Y que nos lo estamos pasando bien!

Después de la lectura viene todo lo demás. Por supuesto, es necesario aprender las características de cada texto, estudiar las normas ortográficas de nuestro idioma, entender y aplicar la gramática, utilizar un léxico adecuado, tener en cuenta la coherencia y la cohesión, etc y, sobre todo, practicar, practicar y practicar. Pero nada de esto es posible sin el bagaje que nos da la lectura como práctica habitual.

Siempre se ha dicho que a traducir se aprende traduciendo. Cierto. A escribir se aprende escribiendo. Pero también leyendo. Quien se dedique únicamente a leer puede ser que no aprenda a escribir, pero está claro que quien no lee, sin duda, no escribirá jamás.

Ahora que la entrada me ha ayudado a llegar a la respuesta que buscaba, lo suyo es ponerla en práctica en el aula, lo cual tampoco es sencillo. No es factible forzar el placer por la lectura a nadie, aunque sí podemos buscar vías de motivación como, por ejemplo, no imponer una novela en concreto sino dejar elegir al alumno.

Por otro lado, a la hora de trabajar un tipo de texto determinado (me viene a la cabeza el resumen, porque es con lo que estamos en clase ahora mismo) siempre será de gran utilidad dotar a los alumnos de modelos que imitar. Lo hacemos continuamente en lengua extranjera. Creo que tiene también sentido hacerlo en la propia.


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