lunes, 10 de diciembre de 2012

Cositas que aprendí en Estrasburgo


Como ya he comentado, hace un par de semanas pasamos tres días de misión en Estrasburgo. He decidido que, en vez de hacer una crónica tradicional del viaje, voy simplemente a resumir algunos datos y pequeñas informaciones que me llamaron la atención durante nuestra corta misión.

1. Lo más importante de todo, lo que sin duda más me impactó, ya lo he comentado en esta otra entrada: el hecho de que el edificio del PE en Estrasburgo no se utiliza más que cuatro días al mes y todos los gastos que esto conlleva. No voy a volver a extenderme sobre este mismo asunto, pero sigo creyendo que clama al Cielo.

2. Alsacia parece casi más Alemania que Francia (o al menos una mezcla muy curiosa de ambas). Los rótulos con los nombres de las calles están en francés y en lo que, intuyo, es dialecto alsaciano, que tiene un mucho más que anecdótico parecido con el alemán. Además, la tradición de los Weihnachtsmärkte (los típicos mercadillos de Navidad) está también muy asentada en esta zona. Tanto, que el mercadillo de Estrasburgo es especialmente famoso.

3. La ciudad se vuelve imposible durante la semana de sesión. Cuando llegamos al Parlamento, el día 1 de octubre, nos comentaron que íbamos a hacer este viaje a Estrasburgo unas siete semanas más tarde (del 20 al 22 de noviembre) y nos dieron dos opciones de alojamiento: o bien nos quedábamos en el albergue juvenil (y ellos se encargaban de tramitarlo todo) o nos buscábamos un alojamiento por nuestra cuenta, para lo que nos recomendaban encarecidamente que lo hiciéramos ya. Algunos lo intentaron, pero desistieron rápidamente al ver los precios estratosféricos que pedían los hoteles. Terminamos prácticamente todos en el albergue, pagando 96 euros por dos noches. Con media pensión, vale, pero la comida no era nada del otro mundo y... vamos, era un albergue juvenil. En mi vida había pensado pagar tanto por un albergue. Y según parece, es todo por ser semana de sesión.

4. Las doce estrellas de la bandera de la UE no tienen nada que ver con el número de Estados miembros. Podría pensarse que se diseñó durante la Europa de los doce, pero no. Eso es una americanada pura y dura. Se eligió el doce simplemente por lo que tiene de número simbólico: ya sabemos, doce horas del día, doce meses del año, doce signos zodiacales... eso sin entrar en numerología bíblica. El señor que nos explicó esto nos dijo también que, así como en la bandera japonesa se representaba al sol naciente, en la de la UE el círculo de estrellas forma un sol poniente. No sé hasta qué punto esto se imaginó así o es solo la idea del ponente de la charla, que sobreactuaba un poco.

5. Olvídate de trabajar como traductor para el Consejo de Europa si tu lengua meta no es inglés o francés. Es una pena, porque me encantó la visita al Consejo de Europa y me parece que el trabajo que desempeña es sumamente interesante. Tampoco me importaría para nada vivir en una ciudad tan bonita y bien situada como Estrasburgo. Sin embargo, esa es la triste realidad: sus lenguas de trabajo son solo francés e inglés. Se interpreta también al español y a otras pocas lenguas más, pero son los propios Estados los que pagan por estos servicios. El caso es exactamente el mismo en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (que depende del Consejo de Europa), o incluso peor, porque cuentan con una plantilla muy reducida de traductores y la forma más sencilla de entrar es por promoción interna desde el Consejo de Europa.

6. El Consejo de Europa también ofrece becas. No son de traducción, pero pintan muy interesantes. Por lo que parece, se trata sobre todo de investigar, redactar proyectos de informe y estudios, etc. ¿La mala noticia? No son remuneradas, y Estrasburgo no es precisamente una ciudad barata para vivir. Por si hay algún interesado, aquí va el link a la información y la inscripción a las becas. No son incompatibles con las de las instituciones europeas porque el Consejo de Europa es independiente de la UE.

7. El coste de los servicios de traducción e interpretación en la UE para cada ciudadano es irrisorio. Esto también lo he mencionado antes, pero voy a explicarlo un poco mejor: los gastos de interpretación para todas las instituciones europeas (casi 18 000 reuniones) ascienden a 240 millones de euros. Parece mucho, pero lo cierto es que se traduce en menos de 50 céntimos por ciudadano y año. Si juntamos la traducción y la interpretación, el coste es de poquito más de 2 euros por ciudadano y año.

Valgan estas pinceladas informativas para hacernos una idea de lo que uno puede aprender durante la misión a Estrasburgo, sin duda uno de los momentos clave de esta beca.

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