lunes, 26 de noviembre de 2012

De lo que sí es un gasto inútil o de por qué el Parlamento Europeo tiene tres sedes

Edificio Louise Weiss, sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo

Esta semana pasada hemos estado de misión en Estrasburgo. Preciosa ciudad, por cierto. Tengo la intención de hacer un breve resumen sobre lo que hicimos allí y cuál fue el programa que seguimos. Sin embargo, este pequeño viaje me ha abierto los ojos hacia otro asunto que considero más urgente compartir.

Hemiciclo del Parlamento Europeo en Estrasburgo
En nuestro segundo día en Estrasburgo, después de día y medio de paseos arriba y abajo y a un lado y a otro por todos estos edificios del Parlamento y de otras instituciones europeas, de repente, como casi por casualidad, me entero de que el edificio del Parlamento en Estrasburgo se utiliza casi exclusivamente los cuatro días de sesión plenaria de cada mes. Durante menos de una semana, de lunes a jueves, en algún momento del mes, los 754 diputados al Parlamento Europeo y otros muchos trabajadores se trasladan de Bruselas a Estrasburgo, ocupan sus oficinas en el edificio Louise Weiss, llenan la cantina y las cafeterías y, en general, el edificio es testigo de una actividad frenética y mucha animación.

No obstante, como digo, esto ocurre solo durante cuatro días al mes. Llegado el jueves, los diputados recogen sus cosas, salen por la puerta y se marchan rumbo a Bruselas, que es el lugar donde realmente se toman las decisiones, donde tienen sus sedes principales la Comisión y el Consejo. Durante el resto del mes, hasta la próxima sesión, la sede francesa del Parlamento Europeo es poco más que una serie de corredores desiertos, un edificio casi fantasma.

Hemiciclo del Consejo de Europa en Estrasburgo
El colmo llega cuando descubro que este magnífico edificio, el Louise Weiss, se inauguró en 1999, hace menos de quince años. Hasta entonces, para las sesiones plenarias se había tomado prestado el hemiciclo del Consejo de Europa que, dicho sea de paso, está al lado, y es amplio y bonito. Y oye, les iba muy bien. No sé si con la gran ampliación de 2004 se les habría quedado pequeño el lugar, pero hasta entonces habría seguido viniendo de maravilla. Quiero decir, en resumen, que construir todo un edificio con un enorme hemiciclo para utilizarlo cuatro días de cada treinta no me parece, ni mucho menos, el gasto más necesario del mundo.

Para entendernos mejor, veamos un poquito de historia.

Hemiciclo del Parlamento Europeo en Luxemburgo

Remontémonos a 1951, con la recién creada Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Obviamente, a la institución había que buscarle una sede. La propuesta de los fundadores fue Bruselas, pero no todo el mundo estaba de acuerdo, empezando por el Primer Ministro belga, que optaba por Lieja. Por no poder tomar una decisión unánime, terminaron en Luxemburgo. Sin embargo, este hemiciclo, al igual que el edificio y la ciudad entera, son demasiado pequeños para abarcar a una institución transnacional como esta. De hecho, he estado en ese hemiciclo un par de veces y es un encanto, pero realmente no tiene nada que ver con los de Bruselas y Estrasburgo.


Mientras los padres de la UE se planteaban dónde iban a poder reunirse, les llegó la generosa oferta del también jovencísimo Consejo de Europa, que les brindaba sus propias instalaciones en la cercana ciudad de Estrasburgo. Nuestros antecesores aceptaron, por supuesto. A fin de cuentas, la capital de Alsacia, paradigma de la fraternidad franco-alemana, era, desde el punto de vista simbólico, un lugar perfecto para construir esta nueva Europa unificada. Con los Tratados de Roma de 1957 se acepta Estrasburgo como sede oficial.

Hemiciclo del Parlamento Europeo en Bruselas
Sin embargo, durante los siguientes años, la ciudad inicialmente descartada, Bruselas, comienza a ganar en número de actividades institucionales. En otras palabras, la esencia de las Comunidades se instala en la capital belga y, obviamente, los diputados al Parlamento desean estar también ahí, en el meollo del asunto. Paulatinamente, trasladan sus actividades a Bruselas y es así como en 1989 se acepta el estatus de Bruselas como sede oficial para toda actividad parlamentaria a excepción de las sesiones plenarias, que se seguirán celebrando en Estrasburgo. Desde entonces, la CEE tuvo tres sedes, las mismas que sigue manteniendo la UE.

Y a todas estas, puede uno preguntarse, ¿qué pasa con Luxemburgo?, ¿en qué se queda? La respuesta es sencilla: a Luxemburgo, por no poder ofrecer espacio para más, le toca en gracia la función menos glamurosa de todas: la Secretaría General. Por eso es aquí donde trabajan, entre otros, todos los traductores del Parlamento. Aquí, tranquilos, alejados del bullicio de la vida política y de las grandes ciudades. Envidiable, ¿verdad? ¿O no? Depende de las preferencias de cada uno.

En cualquier caso, esta entrada, como he dejado bastante claro ya, tiene un cierto carácter crítico y reivindicativo, pues, aunque no creo que sea tan costoso ni desacertado mantener la Secretaría General en Luxemburgo (aunque podría ser más agradable no trabajar a distancia) sí considero un gasto no solo innecesario, sino insultante, mantener la sede de Estrasburgo, tanto por la construcción del edificio en sí (que lo hecho, hecho está, pero tal vez podría venderse o al menos servir para otros fines) como, sobre todo, porque supone pagar las dietas de viaje a más de setecientas personas cada mes. Y pongo la mano en el fuego a que no es poco dinero, porque no tendrá nada que ver con la que dan a un becario y ya las nuestras exceden con mucho los gastos del viaje.

El otro día defendía con convicción la necesidad de gastar en servicios de traducción e interpretación. (Por cierto, ahora tengo un dato interesante: para cada ciudadano, el coste de los servicios de traducción de todas las instituciones de la UE es de 2,30 euros al año. Creo que no salimos demasiado caros, ¿verdad?). Hoy me siento ante la pantalla para criticar también con firmeza esta locura de las tres sedes, y más en la crisis en la que nos encontramos y cuando los presupuestos se están recortando tanto y por tantos lados diferentes. Por supuesto, hay muchas voces, de gente mucho más importante que yo, que opina exactamente lo mismo, pero aún no se ha podido hacer nada al respecto porque también son muchos los que se niegan a ello, empezando, claro está, por el propio Gobierno francés.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho este artículo, con base histórica para entenderlo, y me quedo especialmente con el último párrafo. Yo, que estoy sacado mi vena economista y política cada día más, creo que has hecho algo que te hace envidiable porque no es tan frecuente: has sido lógica. Como tú bien has hecho, hay que saber de qué se habla para poder entender el cuadro general. Hay cosas que hacen falta (traductores en tu ejemplo) y cosas que no (mil sedes, y dietas de viaje astronómicas, sobre todo cuando se suman). Ojalá quienes toman las decisiones tuvieran las cosas tan claras (y hablo de intenciones, no de cuentas XD). Y tampoco vendría mal que la gente de a pie también lo tenga claro para poder argumentar. Entre todos, juntos podemos más que solos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu comentario :P

      Sí, la verdad es que una cosa muy distinta es invertir en lo que hace falta y otra, despilfarrar por necesidad y es verdad que muchas veces, tanto a escala personal como a escalas mucho mayores, nos afanamos en preservar lo que tenemos y no queremos ni oír hablar del cambio. Ni siquiera cuando está muy claro que puede ser para mejor.

      Y por supuesto, totalmente de acuerdo con que para poder criticar primero hay que estar informado.

      Eliminar